La deflación funciona bien

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En un reciente experimento controlado y ejecutado por la Reserva Federal norteamericana (FED) parece haber sido comprobado en la práctica que la deflación o tiene ni rabo ni dientes ni miembro físico que obligase a protegerse. Práctica económica que, unida a su teoría ha logrado desvelar científicamente que la deflación, al contrario de lo hasta ahora considerado por la ciencia económica, es benefactora de las recuperaciones de crisis económicas.

La muestra, el botón que enseña la afirmación está al otro lado del Atlántico, donde las autoridades norteamericanas, tras la declaración de catástrofe natural que fue la crisis financiera, con su crash bursátil y todo, procedió a una inyección de dinero -liquidez en el argot- de dimensiones tan siderales como colosales, de modo que la sangra no llegase nunca al río. Y así parece que resultó la estrategia, estímulos monetarios que allí, en Norteamérica, no llegó nunca la recesión.

El experimento allí controlado era observado por los europeos con el escepticismo propio del ignorante y la mala idea de quien espera que el vecino meta la pata y se estrelle. Y no ha sido así, pues inundar los mercados de dinero no provocó inflación, sino todo lo contrario; notas, momentos y episodios puntuales de deflación, y que, al parecer no se ha cobrado víctimas empresariales ni, por supuesto humanas.

Se debería deducir, por tanto, que la malvada y temida deflación, ha resultado aquí en Europa, un falso augurio, un pronóstico fallido, una interpretación fallida e interesada para calmar a gobernantes y Gobiernos y estimular la austeridad, dura, extrema y férrea, nefasta, exterminadora y destructora de empresas pequeñas y de millones de puestos de trabajo. Ahora los norteamericanos se presentan vencedores en la salida de una carga crisis, desafiando a la inflación y gestionando bien la deflación. Se supone que Europa debería hacer ya lo mismo.