El equipo del extremeño Javier Bueno realizó un nuevo tratamiento para la malformación de Abernethy.

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Profesionales de la Unidad de Cirugía Hepática del Servicio de Cirugía Pediátrica del Hospital Maternoinfantil Vall d’Hebron, liderados por el doctor extremeño Javier Bueno (Villar del Rey, 1963), han utilizado por primera vez en España una nueva y complicada intervención quirúrgica para tratar niños afectados de malformación de Abernethy, también conocida como derivación porto-cava congénita. De momento, según destaca el hospital Vall d’Hebron en una nota, los cirujanos (entre los que se encuentra también otro extremeño, José Andrés Molino, de Alange) han podido tratar con éxito a 4 niños, de edades comprendidas entre los 2 y los 4 años, y gracias a estas intervenciones, realizadas desde 2015, los pequeños han podido evitar tener que someterse a un trasplante de hígado.

Según el hospital, los efectos en la salud de los pacientes son rápidos, y dos de los intervenidos presentaban niveles elevados de amonio, que puede provocar ralentización mental y retraso intelectual, y ahora han vuelto a cifras normales. Los otros dos tenían tumores en el hígado, que han disminuido de volumen, a pesar de que su evolución se verá a largo plazo.

La malformación de Abernethy es una anomalía anatómica congénita que provoca que la vena porta, que transporta la sangre del intestino al hígado para su depuración, no acabe en el hígado sino en la vena cava, la principal vena del cuerpo. Esto hace que se acumulen sustancias tóxicas en el organismo que pueden provocar problemas de salud graves por la acumulación de tóxicos, como retraso intelectual, tumores hepáticos que pueden derivar en tumores malignos y, en algunos casos, provocar el coma en el enfermo.

La intervención utilizada en Vall d’Hebron, destaca la nota del hospital, consiste en cerrar la comunicación entre la vena porta y la vena cava para que la sangre se redirija hacia el hígado. Sin embargo, las venas del interior del hígado, básicas para la filtración de la sangre, o no están desarrolladas o lo hacen de forma insuficiente al no haber recibido suficiente riego sanguíneo. Por ello, en primer lugar, la comunicación se ocluye de forma temporal, y, al mismo tiempo, se mide la presión en las venas del intestino. Si la presión no sube en exceso se procede a cerrarla de forma definitiva. Pero si es muy alta, indicación de que la sangre no fluye bien por el hígado, se opta por hacerlo en dos etapas y evitar así que la presión provoque la rotura de las venas y una hemorragia masiva. En estos casos, la comunicación se cierra de forma parcial para favorecer el flujo de sangre y el crecimiento de las venas en el interior del hígado y, en una segunda intervención, meses después, una vez desarrolladas se procede al cierre definitiv.