Ciberdelito y violencia de género: un calvario real

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Neuquén.- Marina Demtchenko vive en La Plata, es abogada y hoy preside la Fundación Activismo Feminista Digital. El calvario que la convirtió en víctima de violencia sexual virtual develó el gran vacío que tiene la ley argentina en materia de ciberdelitos vinculados a violencia de género y representados en el acoso y la divulgación no consentida de imágenes íntimas por las redes sociales.

Pero ese mismo calvario la convirtió en la promotora de un proyecto de ley que prevé tipificar el delito, sus agravantes y de esa manera busca ayudar a otras mujeres bajo el lema “Ni porno, ni venganza: se llama violencia sexual”.

Marina conoció a Sergio cuando tenía 21 años. Él era 16 años mayor que ella en ese entonces. Compartieron cinco años de relación hasta que ella en 2011 decidió separarse.

“Yo te voy a demostrar que todos los hombres sólo quieren acostarse con vos, nadie te va a amar como yo”, esa fue la amenaza que su ex le disparó y fue a modo de presagio, porque ya tenía un plan perverso en marcha.

“Mi ex pareja, Sergio, empleado administrativo del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires en el área de armamento, con el que tuve una relación de cinco años, creó un perfil falso en Facebook haciéndose pasar por mí y filtró fotos íntimas durante dos años en los que además chateó con hombres desconocidos”, contó Marina, en primera persona, a LM Neuquén.

El modus operandi del agresor era contactar a otros hombres haciéndose pasar por su ex para ofrecerles fotos y proponerles encuentros.

“Yo salía a la calle y me abordaban hombres que no conocía y me manoseaban, me pasaban la lengua por el cuello, me decían ‘sos vos, por fin nos encontramos’”, recordó Marina. Más de 40 extraños la abordaron en la calle pensando que ella era la misma persona que chateaba con ellos y les proponía las relaciones.

“Yo no sabía lo que pasaba, suponía que venía por parte de mi ex, pero no tenía cómo probarlo. Durante ese tiempo me fui encerrando cada vez más, no salía de mi casa, iba a mi trabajo en remís, no salía a caminar, tuve que cambiar cinco veces el teléfono, no tenía vida social, no salía por la calle por temor a que otros hombres me reconocieran, porque tenían mis fotos, y me pasara algo”, relató. Hasta que un día un conocido de la familia halló su foto asociado a un perfil bajo el nombre de “María de los Ángeles Ribera”.

Con la ayuda de este amigo que le siguió la corriente a la persona que estaba detrás del perfil, se pudo obtener un teléfono y luego grabar una conversación que incriminó al ex de Marina y a partir de allí comenzó la batalla legal en una Justicia que no tenía ni las herramientas ni el conocimiento para abordarlo.

“A mi ex le allanaron su departamento y le secuestraron ocho celulares, más de 2000 mil fotos mías en formato digital, otras impresas, y un arma sin habilitación”, enumeró Marina, quien sin embargo reconoció que lo único que frenó al agresor fue contar su historia en los medios.