Éramos pocos y… de repente, la crisis catalana, la pertinaz sequía, fuegos en Galicia, Asturias y Zamora. Todo suma para la desgracia pero que al tiempo también resta para otra desgracia: la revisión salarial, asunto de principal interés entre la masa, lumpen y parias, pero en general de los asalariados todos. Si alguien albergaba ilusiones y esperanzas al respecto, que cambie y se olvide porque ahora los pagadores ya tienen otra coartada, y no menor, en los recortes para el próximo año.
Las autoridades confirman que lo de Cataluña, los pantanos y los bosques se va a llevar -digo, ya se ha llevado- por delante a ese medio punto o casi entero con el que la recuperación económica nos pensaba gratificar, más que nada, para eliminar la pobreza. Es posible que fuera tan sólo un sueño o una ilusión. Pero no, era cierto, estaba prevista y casi lista la tal subida, incluso prometida en fábricas y pymes.
Pero si ya nos habíamos recuperado; pero si el beneficio empresarial ya presumía de dos dígitos. Suena a que se han arrepentido porque los dos dígitos se quedaron cortos. Dicen que ahora han surgido, de repente, nuevas amenazas, espacios inexplorados del 155, espacios devastados y embalses secos, y que arreglar todo esto costará dinero. Y no llegará para la subida salarial.
Tormenta perfecta parece que es o que como reza el aforismo, «la causa de la causa es causa del mal causado». Y la reivindicación de la subida salarial se antoja ahora una divagación exuberante que nos condena a los frustrados asalariados al pesimismo crónico, al espasmo de la intolerancia y desobediencia. La salarial, tan cerca y tan lejos, otro año, otra vez y otra coartada política y empresarial que me priva de la subida.
