Unidos por el mus

Un detective privado, un director de banco y un jubilado se miran en silencio mientras uno de ellos hace un sutil guiño a su compañero para darle una indicación.

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Un detective privado, un director de banco y un jubilado se miran en silencio mientras uno de ellos hace un sutil guiño a su compañero para darle una indicación. Este interpreta el gesto y tira sobre la mesa una carta que le da cierta ventaja sobre su adversario. Sigue la partida.

Esta es una de las muchas jugadas que disputan cada 15 días los socios de Barcelona Mus Club, en el restaurante Xop d’Or (Paral·lel, 204). Es la primera asociación barcelonesa de este conocido juego de cartas, del que sus aficionados destacan incontables virtudes.

«Mejora la concentración, la capacidad de observación, la memoria, la estrategia y otras habilidades muy útiles», explica Jordi Briñol, detective privado y fundador y presidente de la entidad, nacida en el 2005 a partir de las reuniones periódicas de un grupo de personas que trabajaban en el mundo de la seguridad y tenían el mus como afición.

En un principio se bautizó a la asociación como Business Mus Club, un nombre que pronto se cambió por el de Barcelona Mus Club, más popular y con miembros que se dedican a profesiones muy diversas, como la banca, la informática o las tareas sociales. «La idea era hacerlo más extensivo, porque en Catalunya no hay tradición de mus», afirma Pau Hernández, director de banco y tesorero de la entidad. Y así ha sido.

En el Barcelona Mus Club también se imparten clases de mus. Lo hacen dos socias de la entidad, que enseñan una hora a la semana, a un grupo de 25 alumnos, los trucos para aprender este juego. «El mus cuenta cada vez con más adeptas femeninas. En nuestra entidad suponen el 30%», calcula Martín Marcos, graduado social y miembro de la entidad. Aún así, la mayoría sigue siendo masculina y de edades diversas. «Nuestro socio más joven tiene 21 años y el mayor supera los 80», especifica Marcos.

La buena sintonía se respira en el ambiente desde el primer momento. «La grandeza del mus es el buen ambiente que genera. Es una terapia para desconectar», reflexiona Briñol.

fuente:: elperiodico.com