En cualquier caso, el denominador común, no se cansan de repetir los empleadores y los propios autónomos, es la obligación del pago de tributos y demás impuestos conforme a los calendarios fijados previamente, pero que ahora, como consecuencia de la situación son flexibilizados, aplazados y ampliados. Los expertos hacen hincapié en la insuficiencia de las medidas, y el Colegio de Economistas señalaba estos días la ineficacia de estas medidas si no son acompañadas por otras que contemplen una moratoria larga o, como los empresarios en Cataluña, un calendario de devolución de pagos tributarios adaptados a las necesidades de los empresarios y de los autónomos.
No parece justo, se mire por donde se mire, que estos trabajadores se vean obligados a pagar sus cuotas a la Seguridad Social cuando ya han sufrido y sufrirán caídas en la facturación. Y tampoco parecería muy justo si se tiene en cuenta la incierta duración de esta crisis que, como otras, tendrá dos partes: la primera, relativa al golpe con el derrumbe de la actividad económica, y la segunda, de más largo plazo recuperación y regreso al punto de partida, a febrero de 2020, cuando comenzaron a notarse los primeros efectos económicos de la pandemia. Es la distancia que media entre un mal trimestre (o dos) y una recesión, ambas necesitadas de distintas medidas y terapias.
En este escenario, el Gobierno parece haber comenzado, sin embargo, a situar el punto de mira en el largo plazo, quizá en el convencimiento de que la única salida posible del agujero de la crisis sanitaria se puede hallar en sectores estratégicos de siempre, caso de la exportación y para el que todavía las medidas de protección y estímulo se consideran insuficientes. Puede ser el sector que evite que la crisis económica en España se suavice. No sería la primera vez que el sector exportador saca de apuros a la economía. Y quizá sea el único sector a tener en cuenta de forma inmediata si se considera que el turismo y la automoción tienen un camino muy largo para la recuperación.
Y así todo indica que el Gobierno tiene una solución para no profundizar en el bache de la crisis que llevaría a la economía española a una recesión severa y seguramente más duradera que en otras crisis, mientras sigue, según parece, sin tener claro que para salvar empleos es preciso salvar empresas, y que tanto estas como los trabajadores autónomos son hoy el problema del Gobierno en el corto plazo y las ayudas en forma de avales lanzadas en un primer momento van dirigidas a las medianas y grandes empresas, a las importadoras y exportadoras. Y estas son el problema de medio y largo plazo. Del acierto o desacierto en la prioridad en las medidas adoptadas depende que el Gobierno se cargue el empleo y las pequeñas empresas.